[82r] El fin de los ejercicios espirituales es
renovar el alma, mediante la divina gracia: lo cual suele acaecer muchas veces
a personas, que entran en ellos con grande resolución de mudar de vida y
costumbres. El principio es desconfiar del tod de sí mismo y confiar mucho en
Dios, pidiendole con mucha fe su gracia y auxilio para sacar fruto de ellos,
para su honra y gloria: y así importa comenzar con grande confianza en Dios.
La materia de estos ejercicios será
diversa, para que el fruto sea mayor. Para mayor claridad, dividiremos el
tiempo, que se toma para ejercicios en tres jornadas o diferencias de
ejercicios. El primero será deputado para purgar el alma con ejercicios de
contrición y penitencia, etc. El segundo será todo destinado a reconocer
beneficios, que de Dios ha recibido y en particular de su vocación a la
Religión. El tercero y último se ejercitará atentamente en reconocer sus
defectos, malas inclinaciones, passiones y razíces de ellas, procurando el
remedio de ellas.
[82v] Los primeros dos o tres días se ocupe en
reconocer el estado en que se halla su alma, considerando lo poco, que ha
aprovechado y la mala cuenta, que ha dado a Dios de las gracias y beneficios,
que ha recibido de su mano. Considere las culpas y defectos, que ha cometido
contra Dios después y antes, que fuesse Religioso. Y con gran dolor y
contrición postrese ante nuestro Señor, pidiendo perdón de todas estas culpas;
y principalmente del mal que ha correspondido a sus inspiraciones y a los
auxilios, que Dios le ha dado de tantas oras de oración, buenos ejemplos y
tantas otras comodidades y medios, que hay en nuestra Santa Religión para
caminar a la perfección, de que él se ha aprovechado tan mal. Considere
juntamente los defectos, que ha hecho en la observancia de sus votos: cuan
imperfecta ha sido su obediencia, obedeciendo sólo en lo exterior y no en lo
interior, no cautivando con simplicidad su entendimiento y voluntad. Quan poco
resignado para lo que Dios y la obediencia han querido de él. Quan viva tiene
su propia voluntad y propio juicio, y como después de haber hecho sacrificio de
ella y de sí mismo a Dios, se la he vuelto a tomar, arrepintiéndose de lo que
le había dado.
[83r] Item, quan poco espíritu de pobreza, deseando
por ventura con el afecto más comodidades temporales de aquellas, que la religión
le permite. Quan pegado ha estado a las cosas, que tenía a [su] uso. Y quan
pocas veces ha sabido sufrir con paciencia alguna falta, no de las cosas
necesarias, sino de otras, que no lo eran; qujándose de la comida, o de otras
cosas semejantes.
Piense también los defectos, que ha
cometido en su regla y constituciones, particularmente en la continua oración y
meditación de la Ley del Señor, que es el principal artículo de nuestro
instituto. Considerando estos y otros defectos hallará facilmente, que toda su
vida no ha sido más, que una tela tejida de varias culpas. Pondere bien y
exagere, como habiendo venido a la Religión, que es escuela de virtudes y
mortificación, ha aprendido tan poco de esto, y quan poca penitencia ha hecho
de los pecados de la vida pasada. Quan olvidado de aquello, a que fue llamado
de Dios y que vino a buscar. Y considerando profundamente estas cosas, llore y
gima amargamente y con gran sentimiento pida a Dios perdón y gracia para
comenzar de nuevo.
Para esto le ayudará meditar los
grandes dolores y tormentos, [83v] que
Cristo padeció por sus pecados, de dónde colegirá la gravedad de ellos, pues
fueron suficientes para poner a Cristo en una Cruz. Y de aquí sacará compasión
de Cristo y aborrecimiento y ponderación grande de sus pecados.
Considere otros ratos el infierno,
que tenía merecido por sus pecados, el terrible juicio y cuenta, que nos
pediran de ellos y que el que más ha recibido, a este se le pedirá más estrecha
cuenta. Otros ratos piense en la muerte, y quan presto pasan todas las cosas y
contentos de esta vida.
Saque aquí un conocimiento profundo
de sus pecados y propia vileza y un aborrecimiento grande de sí mismo, y un
propósito firme de hacer penitencia nueva de sus pecados, para aplacar y
satisfacer a Nuestro Señor por tantas culpas y tan graves.
Estos ejercicios y compunción, y lágrimas,
y conocimiento de sí mismo, con la renovación de los propósitos de hacer mayor
penitencia duraran por tres o cuatro días.
Este es el primer ejercicio de los
que deseen aprovechar.
A este se sigue el segundo, él que ha de ser un
reconocimiento continuo de los grandes beneficios recibidos de la amano de
nuestro Señor y particularmente [el de la vocación] a tan Santa Religión. Y así
debe darle continuas gracias no sólo de haberle hecho Religioso, sino también
de tal Religión. Póngase un poco a conside-[84r]-rar la alteza, perfección y dignidad de
nuestro instituto, y cuan acomodado, y proporcionado es para caminar a la
perfección. Considere el amor y caridad, que reyna en la Religión, así entre
los mismos Religiosos, cómo entre los prelados y súbditos. Lea en particular la
Regla y renueva sus votos con mucho fervor todos los días de estos ejercicios y
haga con mucho gusto y deleyte este sacrificio de sí mismo a Dios. Leida la
Regla y consideradas otras circunstancias de nuestro instituto, procure hacer
una grande estima de él y tener una grande complacencia de ser professor de tan
alto instituto. Alégres de esto muchas veces y dé gracias a Nuestro Señor y a
la Virgen Santíssima del Carmen, cuyo hábito indignamente trae; y déle por esto
particulares gracias, y reconózcase muchas veces por hijo de tal Madre; y
piense, que por ser Religioso de esta Religión, tiene particular asistencia y
protección. Y tenga gran confianza, que le ayudará a cumplir con su instituto y
ser hijo verdadero y semejante en las virtudes.
Lo que ha de sacar de esta meditación es un firme
propósito de la observancia de los tres votos, Regla, Constituciones y
ceremonias, aún las mas minimas de nuestra Sagrada Religión, no mirando tanto
en cada [84v] una lo que ella es, quanto considerando, que en
la menor de ellas resplandece la voluntad divina. En esto se ocupara otros dos
otres días.
El tercer ejercicio consiste en
hacer un examen particular y exacto de su interior, haciendo una anotomia de
todas sus pasiones, inclinaciones, y malos hábitos y costumbres, si tuviera
algunas envejecidas y arraigadas. Y comience por el amor propio: y vea si reyna
en él el apetito de sus comdidades, el afecto y amor a las criaturas y cosas
terrenas; y por ventura se hallara, que todo está lleno de amor de sí mismo.
Examine también por otra parte el apetito de la propia estimación; y verá, que
si atentamente toma el pulso a esta pasión, que la hallará muy desigual y
desconcertada. Mire también las costumbres y hábitos malos: cómo son el hablar
o palabras ociosas, o en tiempos prohibidos, y otras cosas, que tocan a la
transgesión del propio instituto, las quales, por hacerse costumbre, no parecen
tan graves cómo ellas son. Y mucho más en particular la costumbre de hacer poco
caso de las faltas pequeñas, de los ejercicios de virtudes y mortificación, y
principalmente de la habitual distracción en la oración y oficio divino.
Después de bien examinadas estas
pasiones y raíces y motivos de ellas, lo cual se hace convenientemente en la
quietud y soledad, procure armarse muy de veras contra todas estas pasiones; y
piense, que este es el fin de los ejercicios, hacerse otro hombre y renovar de
veras su alma con nuevos y firmes propósitos de vencer sus pasiones y apetitos.
Le ayudara para esto:
1.
primeramente, el considerar con que ocasiones
suele faltar y hallarse flaco: y si estas las puede huir, determines a hacerlo;
y si no, a armarse de manera, que pueda varonilmente resistir.
2.
Mire cual es la más principal y que más guerra le
hace entre todas las pasiones y vicios; y ármese principalmente contra esta,
porque, cómo enseña Casiano, vencida la principal pasión y que capitanea a
todas las demás, facilmente se alcanza la victoria de las otras.
3.
Haga una firme resolución de mudar vida y de tomar
este negocio de veras; porque si no saca esta resolución de los ejercicios, no
hará nada. Y fie mucho de Nuestro Señor, en cuyos ojos es facil enriquezer al
pobre. No le turbe el que dirán los otros de su nueva mudanza, porque estos son
vanos y pueriles temores. Prima virtus Monachi (dice San Jerónimo) est hominum iudicia contemnere.
4.
Tenga
por escrito los propósitos que hace y los sentimientos, que Dios le da en la
soledad; y no se contente con sólo hacer propósitos para en adelante; sino que
también proponga hacer particular penitencia cuando faltare en alguna cosa de
las que propone, y penitencia que duela: y crea, que con sólas razones no
persuadirá a sí mismo a la enmienda, que las palabras son palabras; si no hay
algun castigo particular para esta carne, lo qual también ayuda mucho para
impetrar de Dios ayuda y gracia para vencernos.
5.
Tome por
dechado y ejemplo la vida de Cristo y proponga muy de veras la imitación de sus
virtudes, de manera que haya de ser este el pan quotidiano para toda la vida. Y
comience a aficcionarse y acostumbrarse al trato familiar con Jesucristo y a
meditar muchas veces la virtud de su sangre y pasión, y los grandes bienes, que
nos vinieron por Jesucristo, y lo mucho
que Jesucristo nos ama; y procure encenderse en su amor, acordándose de
lo que dice el Apostol: Charitas Christi urget nos, ut qui vivunt, iam non
sibi vivant, sed ei, qui pro ipsis mortuus est (2 Cor 5, 14-16).
6.
Mire muy
en particular cuales son los mayores impedimentos para la oración y estos
procure cortar. Y crea, que los ejercicios de soledad se ordenan, entre otros
fines, principalmente para renovar el espiritu de oración y atar el hilo, si
antes estaba rompido, porque habiendo oración, facilmente se vencen y
mortifican todas las pasiones.
7.
No se
ate a particulares ejercicios, ni tiempos, sino con grande libertas de Espíritu
camine hacia aquella parte, adónde más soplare el viento de la devoción. Y
porque el tener oración sin algun arrimo no es de todos, tome un libro y a
ratos lea, y a ratos ore: y según estos tres modos de ejercicios, que aquí
habemos dicho, busque alguna lección a propósito.
8.
En este
breve tiempo de los ejercicios no ha de tener otros libros, sino de devoción;
porque todo este tiempo se ha de ocupar en esto, sin distraerse, ni divertirse
a otra cosa. Pero despuéd de comer, por dos o tres horas podrá hacer algun
trabajo de manos, por ser dañoso en aquel tiempo atender a los ejercicios
mentales.
Finalmente, proponga de comezar
de nuevo nueva vida y considere, que es más facil servir a Dios mucho, que
poco, y darse el todo a Él, que andar a medias. Y salga con esta resolución,
con un ánimo grande y generoso, y fie de Dios, que le ayudará. Y si después
cayere, vuélvase a levantar. Pero advierta, que para conservar el espíritu, que
sacare de los ejercicios, sería conveniente, que algun día particular de la
semana señalese algun tiempo particular, fuera de los ordinarios, para renovar
los propósitos de los ejercicios y recapacitar sus sentimientos, que allí
Nuestro Señor le dio. Ayudará tambiém para esto, si cada mes pidiese licencia
para tomar un día solamente, en el qual estuviese retirado en la Celda, o
Ermita, ocupado en estos ejercicios, que aquí habemos referido. Y crea, que de
esta manera se conserva el espíritu y se ganan con la continuación las
perfectas y heróicas virtudes, las cuales Nuestro Señor nos dé a todos. Amén.
Avisos y sentancias espirituales […] por beato Padre San Juan
de la Cruz […] con tres tratados espirituales al fin de Autores de la misma
Orden, dedicado a el inclito Patriarcha San Joseph, Sevilla [por Francisco
Leefdael], 1701. Es la versión impresa del tratado contenido en el mss F-I-27
del Archivo OCD de Segovia, ff. 82r-88v.
Transkrypcja M. J. Janecki
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