Tomás de Jesús (ES)

Tomás de Jesús (1563-1627)

 Semblanza biográfica

por Juan Cruz Cruz

No es fácil entender en perspectiva histórica la profunda reflexión teórica que el baezano Diego D’Ávila Herrera (Tomás de Jesús, en su Orden) sostiene en el Siglo de Oro para proyectar claridad psicológica en el denso fenómeno místico. Una reflexión que pudo iniciar ya en su período de estudio en las Universidades de Baeza, Salamanca y Valladolid, leyendo lo más espigado de la Patrística, los escritos neoplatónicos de Dionisio Areopagita (muy citados en aquellas aulas entonces, como Los nombres divinos, La jerarquía celeste y La teología mística), San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino, así como las obras manuscritas de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, entre otros muchos autores. A finales del siglo XVII era considerado, con Santa Teresa y San Juan de la Cruz, la persona que mejor representaba al Carmen Descalzo[1]. Y por su reconocido prestigio intelectual algunos investigadores recientes han llegado a atribuirle la redacción de comentarios al Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz[2].

Años de formación y grandes resoluciones

D’Ávila nos dejó una corta autobiografía en 1609, cuando todavía le faltaba lo mejor por hacer: “Yo me llamo fray Tomás de Jesús, natural de Baeza, diócesis de Jaén, tengo 46 años de edad, soy hijo de Baltasar D’Ávila y doña Teresa de Herrera, y pertenezco  a la Orden de Carmelitas Descalzos. He sido teólogo y lector de teolo­gía en el Colegio de Alcalá de Henares. He sido Provincial de la Provincia de Castilla la Vieja. He sido definidor general, y también Prior dos veces en Zaragoza y en el desierto de San José”[3].
De su padre recibe el apellido D’Ávila. Por eso es nombrado entre sus contemporáneos como Diego D’Ávila y Herrera[4], nacido en el año 1563, según propio testimonio. Cuentan sus biógrafos que su madre fue una mujer de gran virtud y extraordinaria hermosura; y Diego mismo, de porte menudo y nervioso, según relatan sus contemporáneos, era de rostro agradable, aunque su complexión natural era delicada; incluso su salud se resintió varias veces. Fue el tercero de cinco hermanos: Martín, Francisco, Diego, Rodrigo y Alonso.
Era entonces Baeza un pueblo fabril e imaginativo, con un censo de 19.000 habitantes, superior al actual. Ya se habían establecido en ella las principales comunidades de religiosos, como dominicos, mercedarios, carmelitas, franciscanos, trinitarios y jesuitas, y también varios monasterios femeninos, como clarisas, carmelitas descalzas y dominicas.
Por las mañanas, en cualquier día de labor, algunas calles de Baeza eran invadidas por rebaños conducidos a los pastos. Las gentes acudían bulliciosas a sus oficios, que eran múltiples, como carpintería, albañilería, herrería y tejedu­ría, congregados en gremios. Sobre todo eran boyantes las industrias de tintore­ría, sedería y cintería. Sus curtidos eran apreciados en toda España. Se cotizaban a alto precio sus tejidos de buenas lanas; se labraban infinitos paños, finos y bastos, de todos los colores y suertes. En la industria del tejido, sólo Ávila y Segovia aventajaban a Baeza, por el precio que señalaban a los géneros.
Entonces, como hoy, se podrían contemplar y visitar iglesias románicas y góticas. Era espléndida la Catedral gótica que presidía el núcleo urbano baezano, por el que se exten­dían numerosas casas solariegas y palacios, como el gótico isabelino de Jabalquinto. Véase: http://issuu.com/baeza-historica-monumental/docs/baeza_historicaymonumental.
Los padres de Diego D’Ávila tenían una posición económica holgada, pero no fastuosa; y sus hijos pudieron hacer estudios universitarios, obteniendo puestos de relieve en la sociedad.  “Martín, Francisco y Rodrigo fueron Priores de los Prioratos más ricos del Obispado, Doctores de esta Universidad, Catedráticos, Rectores y columnas firmes de ella; y el segundo, después de leer la Cátedra de Prima más de veinte años, y ser Patrón de las Escuelas, juntó una copiosa librería, que dejó a nuestro Colegio [de Baeza]. El cuarto fue Alonso, que siguiendo la Jurisprudencia en la Real Chancillería de Granada, se hizo en ella famoso, cuya hija, casando en aquella ciudad con don Baltasar de Vivero, dejó noble suce­sión”[5].
Diego cursó sus estudios académicos en el edificio del antiguo Colegio baezano fundado por San Juan de Ávila, convertido en Universidad en 1542 por la bula “Ad hoc nos Deus praetulit”, la cual permite que, “no habiendo en dicha ciudad otra universidad de Estudio General, se pudiesen conferir en el dicho Colegio los grados de Bachilleres, Licenciados y Doctores en las facultades lícitas que en él se profesasen”.
En 1565 se crean en esa Universidad nuevas cátedras de Retórica, Gramática, Griego, Filosofía y Teología, siendo allí Santo Tomás un guía obligado. Toda­vía perdura un lienzo de fachada de esa primera Universidad. De todo ello se beneficiaría Diego estudiando Artes y Teología.
En el año 1583 obtiene Diego la láurea en filosofía y teología en la Universidad de Baeza, cuyos profesores quedaron admirados de su inte­ligencia[6].
En 1595 se inauguraron en Baeza los nuevos edificios universitarios de estilo manierista (los conservados actualmente), cuando Diego era ya Prior del convento de Zaragoza.
Cumplidos los 19 años (en 1583) se marcha a Salamanca para estudiar derecho (Cánones) en aquella Universidad. Allí conoce a un condiscípulo, natural de Granada, llamado Fernando Pérez del Pulgar  con el que trabaría profunda amistad (de la familia Pérez del Pulgar y Sandoval, Marqués del Salar; siendo su madre Gerónima de Cepeda, emparentada con Santa Teresa de Jesús).
Por el tiempo en que Diego se trasladó a Salamanca, brillaban en aquella Universidad maestros tales como Domingo Báñez o Francisco Sán­chez de las Brozas, El Brocense, o fray Luis de León, cuya obra sobre Los nombres de Cristo se acababa de imprimir (1583).
Coincide, pues, Diego D’Ávila en el tiempo con el gran maestro salmantino Domingo Báñez, que había sido confesor de Santa Teresa, el cual se jubiló en 1599, muriendo en 1604. Las tesis de este teólogo sobre la relación entre gracia y naturaleza, o entre esencia y existencia, abrieron cauces herme­néuticos novedosos en las aulas universitarias españolas.
En el año 1585 le llama la atención en Salamanca la literatura patria, siguiendo las lecciones del profesor Céspedes[7], admirador de las obras de Santa Teresa, cuya lectura, a través de una copia manuscrita, conmovió grandemente a Diego[8].
A propósito del proceso de beatificación de Teresa de Ávila, nuestro personaje declara la transformación espiritual que había sentido al leer el libro de su Vida: “Siendo yo escolar en Salamanca, oí decir a mi maestro, que enseñaba humanidades, el ilustre Céspedes, que entre otros libros que hablaban en lengua vulgar castellana pura y propia, había un libro de una monja Descalza; él ensalzaba grandemente el lenguaje de aquel libro. Al enterarme que aquella monja era la Beata Teresa, fui al convento de dicha Orden para pedir uno de estos libros, y se me dio un libro de su vida, manuscrito, que todavía no estaba impreso. Comencé a leerlo en mi casa, sin fijarme en otra cosa que en el modo de hablar, por ser yo entonces un joven bastante distraído. Pero casualmente abrí el libro por el capítulo 18 de su vida, donde trata de la oración per similitudinem del 4º grado. Y después de haber leído un poco de ese libro, me hallé tan cambiado que comencé a llorar, y me pareció que súbitamente por medio de ese libro el Señor Dios me daba luz para poder conocer eficazmente la grandeza de los bienes y favores que Dios nuestro Señor tiene preparados para aquellos que lo sirven, y me pareció que había descubierto un nuevo reino y una nueva razón de luz y verdad. Es más, no habiendo tenido nunca un primer movimiento de ser religioso, sino movimientos completamente contrarios a ello, fue tan eficaz aquella lección, que a los 15 días pedí el hábito de aquella Orden religiosa”[9]. Ya lo había hecho también su amigo Fernando Pérez del Pulgar.
Pues bien, en el mes de abril de 1586 entra Diego en la Orden de Carmelitas Descalzos con el nombre de Tomás de Jesús. Dos meses antes lo había hecho su amigo Fernando, con el nombre de Francisco de Santa María[10].
Un año después, en 1587 emite los votos religiosos en Valladolid, de manos del Padre Gerónimo Gracián, con el que le uniría una sincera amistad.  Desde 1586 a 1589 se halla en Valladolid, donde hubo de realizar  los estudios teológicos, asumiendo también el cargo de “maestro de estudiantes”. En la ciudad del Pisuerga conoció a San Juan de la Cruz quien participaba como definidor en el capítulo general del 19 de abril de 1587.
Es ordenado sacerdote en 1589 y queda adscrito al convento de Sevilla para enseñar teología. Siente entonces una gran atracción por la vida eremítica[11].
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 La doble herencia teresiana: Dialéctica de contemplación y acción

1. Es preciso destacar que la Regla del antiguo Carmelo renovada por Santa Teresa no era ni eremítica ni cenobítica: ella la adaptó, en el caso de los varones, a una orden mendicante cuya dedicación a la contemplación no excluía el ministerio externo, la acción. Uno de los objetivos de la Santa abulense era precisamente combatir a los enemigos de la Iglesia. El primer superior de la reforma, el P. Gerónimo Gracián, apoyado por Santa Teresa –a la que conoció en 1575– no tiene dudas acerca de estos dos fines de la reciente Orden: la oración y el apostolado. Diego D’Ávila empezó por la vida retirada.
Por motivos de salud pasa en 1591 de Sevilla al colegio carmelitano de San Cirilo de Alcalá de Henares con los cargos de vicerrector y profesor de Teolo­gía en dicho Colegio[12]. Termina allí un opúsculo que no llega a publicar: De instituendis eremis in Congregatione Hispaniae Fr. Discalceatorum B. V. Mariae de  Monte Carmelo Primitivae Observantiae.
En el año 1592 promueve abiertamente la institución de “desiertos”[13] (eremitorios) carmelitanos. Y en ese mismo año –a instancias de Tomás, entre otros– se inaugura el 16 de agosto el primer desierto carmelitano en Bolarque, no lejos de Pastrana, junto al río Tajo[14].
Por su capacidad y talento es elegido en 1594 Prior del convento de la gran ciudad de Zaragoza[15]. Pasados tres años, es elegido Provincial de Castilla la Vieja en el Capítulo General de la Orden, el 25 de mayo de 1597[16], a la edad de 33 años.
En el año 1599 edita la obra Libro de la Antigüedad y Sanctos de la Orden de nuestra Señora del Carmen (Salamanca, in 8º, pp. XVI-255; con un apéndice sobre el mismo tema: 92-XVI pgs.). En ese mismo año sale también a la luz pública Commentaria in regulam primitivam Fratrum Beatae Maria Virginis de Monte Carmelo (Salamanca, en 8º. Reeditada con cambio de título y reelaboración interna en 1617).
El de 1599 fue un año muy fecundo, pues Tomás funda el “desierto” de San José del Monte de las Batuecas, en la provincia de Salamanca, donde se retiró al terminar su tarea de Provincial. En el Capítulo general de 1600 fue propuesto Superior General de la Orden, pero Tomás rechazó ese cargo, aunque aceptó el de Definidor General de España y Vicario del “desierto” de las Batuecas.
En 1601 se le encomendó la publicación de los escritos de San Juan de la Cruz; encargo que se le reiteró en 1603. Esos escritos fueron publicados en 1618, pero no por Sánchez Dávila, sino por un discípulo suyo.
Cuatro años después, en 1604, es elegido Prior del eremitorio o “desierto” de las Batuecas, viniendo de su mano la proporcionada fábrica, la oportuna distribución de celdas, así como el oratorio central, las ermitas y los huertos.
Los casi siete años que Tomás vive en Batuecas sirvieron para dejar impresa en la comunidad eremítica su viva impronta personal.
Fue quizás en ese año de 1604 cuando escribe Primera Parte del Camino espiritual de oración y contemplación, un escrito de gran interés, donde sistematiza toda la doctrina espiritual que después iría escribiendo en obras castellanas y latinas[17]. Incluso compuso con Diego de Yepes una biografía de Santa Teresa: Vida, virtudes y milagros de bienaventurada virgen Teresa de Jesús, publicada en Zaragoza en 1606.
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2. Estando en su retiro de las Batuecas recibe en 1606 una carta del Definidor general en Italia, pidiéndole su incorporación a la lucha contra la herejía protestante. Tomás le responde que sólo iría a donde la obediencia lo mandare[18].
En realidad, pocos años después de morir Santa Teresa (en 1582) surgió entre los varones de la Orden Carmelitana una pugna dolorosa, primero disimulada, pero después abierta y desafiante: los que querían reducir los objetivos de la orden a la vida contemplativa retirada, encabezados por el P. Doria (Nicolás de Jesús María), se opusieron de tal modo al Padre Gracián que, con brutal injusticia, acabaron por echarlo de la Orden (1592), rompiendo así una de las ilusiones más grandes de la Santa. Lo cierto es que la vida de Tomás (su dedicación a la contemplación y a la acción misionera) refleja esa enquistada pugna que durante demasiados años estuvo presente en su Orden: Tomás vivió finalmente el verdadero espíritu misionero de Santa Teresa.
Porque de nuevo, desde Italia y con precepto de Paulo V, se le propone abrir misiones en África. Primero rechaza la idea. Aunque sigue pensando sobre el asunto, encomendándolo a Dios. Acabando un día de celebrar el santo sacrificio sufrió una “mudanza grande” y se resolvió a aceptar[19], poniéndose en las manos del Sumo Pontífice.
Los superiores españoles no supieron nada de este giro espiritual del baezano. En mayo de 1607 es elegido nuevamente Prior de Zaragoza. Pero el P. Tomás tenía ya una idea firme de su vocación misionera; incluso emitió un voto particular –aparte de los ya contraídos de obediencia, castidad y pobreza– de emplearse apostólicamente en la propagación de la fe. De su propia mano dejó escrito el siguiente voto: “Yo, fray Tomás de Jesús, desconfiado de mis méritos y fiado sólo de la divina misericordia, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, mediante la intercesión de la Virgen Santísima y de mi padre San José, San Pedro y San Pablo y nuestra santa madre Teresa de Jesús, teniendo a Nuestro Señor Jesucristo en mis indignas manos, por sólo su amor y su gloria y bien de las almas, hago voto a Dios Nuestro Señor, en presencia suya y de todos sus ángeles, de emplearme toda mi vida en ayudar, por todos los medios posibles y más conformes a la perfección evangélica (entendiendo ser esto más conforme a la voluntad divina y de mis superiores), a la propagación de la santa fe católica y aumento de la santa Iglesia, procurando como único y particular instituto mío la oración y conversión de todos aquéllos que están fuera de la santa Iglesia, conviene a saber: infieles, herejes, cismáticos, así por palabra como con obra, por mí y por otros si pudiere, y esto sin intermisión hasta la muerte. Iten, de procurar desocuparme de todo aquello que a esto no se ordenare, o lo impidiere, para sólo atender a esto. Este emplearme yo, se entiende mediate o inmediate, en aquello que fuere de más provecho para las almas”[20].
Este voto abre una faceta de activa difusión de la fe que enseguida fue percibida como extraña por las autoridades de la Orden.
Sobre la tensión entre contemplación y acción, o mejor entre oración y apostolado, la actitud de Sánchez Dávila es paralela a la posición que Jerónimo Gracián –el infatigable colaborador de Santa Teresa– mantuvo en los inicios del Carmelo Reformado. De la Santa aprendió Gracián a equilibrar ambas actitudes, provocando recelos entre los demás Descalzos, defensores de la vida re­tirada y contemplativa. Incluso impulsó su instituto hacia el apos­tolado y a la obra misional: bajo su gobierno fueron enviados los primeros Des­calzos al Congo y a la Nueva España[21]. Él estaba convencido de que Santa Teresa no consideraba que la vida carmelitana pudiera ser ajena a nin­guna forma de apostolado: el fin de la Or­den era, sin más, salvar almas: “Hay espíritus que les parece que toda la perfección carmelitana consiste en no salir de una celda, ni faltar un punto del coro, aunque todo el mundo se abrase, y que el bien de la Orden consistía en multiplicar los conventos en pueblos pequeños de España y dejarnos de lo demás; y a cualquier otro espíritu llama­ban de inquietud y relajación. Dios no me llevó por este camino, sino por el de salvar almas”[22].
Veremos que esta era también la actitud de D’Ávila, para quien el espíritu equilibrado de acción y contemplación estaba en completa confor­midad con las aspiraciones de la Ma­dre Teresa de Jesús, cuyo espíritu era de conversión de todo el mundo. Mientras vivía la Santa, el Pa­dre Gracián pudo poner en práctica sus aspiraciones, aun­que encontró oposición entre muchos religiosos, los cuales, a la muerte de la Madre Teresa (1582), manifestaron abiertamente su recelo y disconformidad. En 1585 ocupó el cargo de Provincial un astuto descalzo, Ni­colás de Jesús María Doria, inclinado decididamente a la observan­cia regular de la mera contemplación. Gracián fue desplazado y criticado por haber enviado Descalzos misioneros a Ultramar[23].
Con estos antecedentes, D’Ávila procura no alterar a sus superiores; aunque el Papa le obligaba “en nombre de la santa obediencia” acudir a Roma. Cosa que hizo acompañado de un religioso que era ya misionero en el Congo. Viaja discretamente pasando desde Francia a Génova y de aquí a Roma.
Llega a la Ciudad Santa a principios de enero de 1608 y se entrevista con el Superintendente General de las Misiones, y con el Pontífice Paulo V.
La reacción de los superiores españoles fue de gran contrariedad[24], tratándole como a un fugitivo, calificativo que disgustó al Papa, quien hizo públicamente la observación de que no puede ser un fugitivo quien “había sido reiteradamente  mandado venir a Roma por él”[25]. Pero desde España seguían importunando sus hermanos de Orden para que no abriera una obra misional[26]. Y por amor a la paz el Papa frenó las misiones carmelitanas de África.
No obstante, Tomás ideó un plan de misiones, una Congregación dedicada a la predicación de la fe cristiana entre infieles y herejes, compuesta por Carmeli­tas Descalzos, independiente de la obediencia española y de la italiana[27].
La idea de fundar una institución De Propaganda Fide se remonta al Padre Gracián y a otros carmelitas. Concretamente Gracián escribió un libro titulado Estímulo para la propagación de la fe[28]. Recordando estos esfuerzos, declaró mucho después Pío XI –en 1922– con reconocimiento afectuoso: “No queremos pasar en silencio la influencia que tuvieron los carmelitas descalzos en la Con­gregación de Propaganda Fide, a cuya fundación contribuyeron, y no en pe­queña parte, con sus consejos y con su esforzada labor cerca de esta Sede Apos­tólica”[29].
Ya Gregorio XIII nombró en 1572 tres Cardenales que afrontaran los asuntos de propagación de la fe: se trataba en realidad de una simple comisión cardena­li­cia, formada por algún tiempo y para determinados asuntos; pero no era una Congregación en sentido estricto. También Clemente VIII estableció una Con­gregación de propaganda fide hacia el año 1600: pero de nuevo era solamente una comisión de cardenales por cuyas manos pasaban cartas, memoriales y todo lo referente a las misiones.
Jerónimo Gracián influyó notablemente en Tomás de Jesús para que éste re­dacta­ra un libro bien fundado sobre el fin y la estructura de una más ambiciosa Congregación.
Tomás tuvo la genial idea de una tercera Congregación de Carmelitas Descalzos[30] específica­mente misionera. Expuso este plan a Paulo V, quien lo acogió con entusiasmo y le dio forma en la Bula Onus pastoralis officii (22 de julio de 1608), erigiendo la “Congregación de San Pablo”, la cual comenzaba con catorce religiosos, que se nombran en la Bula junto con el Comisario de dicha Congregación, el Padre Tomás de Jesús.
Como fruto y coronación de sus desvelos, nuestro autor escribió un magnífico tratado de misionología, Stimulus missionum sive de propaganda a religiosis per universum orbem fide, que salió editado en 1610. Esta obra se divide en cinco partes: en la primera trata de la necesidad, dignidad y utilidad de los misioneros; en la segunda demuestra que las instituciones de religiosos deben tener solicitud en ayudar a los herejes e infieles a salir de sus errores; en la tercera prueba que este cuidado pertenece principalmente a las Órdenes mendicantes; en la cuarta expone que esas misiones son muy conformes al instituto de los carmelitas; y en la quinta refiere las principales gracias y privilegios concedidos por los Sumos Pontífices a los religiosos que trabajan en la conversión de los infieles.
Pero dentro de la Orden seguía habiendo muchos recelos. Y fue su Definidor en Italia quien se entrevistó con el Papa, obteniendo del Romano Pontífice la promesa de suspender dicha Congregación de San Pablo[31] –suspenderla, no revocarla–, cosa que ocurrió formalmente unos años después, el 7 de marzo de 1613.
Como desde el principio el Padre Tomás había sido informado de todo ello, se sometió inmediatamente al dictamen del Pontífice y le fue asignado asiento en el convento carmelitano de Santa María de la Scala.
En realidad, aquella idea primera de la “Congregación de San Pablo” quedó unida y refundida en la segunda Congregación de Carmelitas, la italiana; aspecto que ya no encajaba con la idea original del P. Tomás, aunque enriqueció de espíritu misional a la rama italiana de la Orden.
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Ante la Reforma Protestante

a) La encomienda de Flandes y la “Theologia Deutsch”

1.  El 15 de octubre de 1609 Tomás es llamado de nuevo por el Pontífice para realizar, con otros religiosos, una obra misional intraeuropea en Francia, Bélgica y Alemania y fundar allí casas de su Orden. Por razones de salud se difiere su partida hasta la primavera del año siguiente. Su antiguo amigo, Jerónimo Gracián, escribe al respecto: “Carteábame desde Flandes con este padre fray Tomás, y acaeció que yendo yo un día desde Bruselas a Amberes, el Obispo de aquella ciudad y otras personas graves me trataron cuánto convenía que en estos estados de Flandes se fundasen monasterios de frailes Carmelitas Descalzos, y se ofrecieron de dar en Amberes colegio y renta para que leyesen  una cátedra de Teología escolástica de las materias en que hay controversias de los herejes por estar aquella ciudad en frontera de Holanda, adonde hay tantos y venir muchos de ellos a disputar con los católicos de Amberes […]. Y parecíales (y a mí también me pareció) que haría gran fruto esta nuestra Orden con las letras y celo que profesa y el exterior áspero y riguroso con que procede. Porque, aunque los padres de la Compañía de Jesús, que tanto fruto hacen y han hecho, como vemos, profesan letras y celo, no tienen exterior apariencia de aspereza: y los Capuchinos, que aquí son muy estimados por su aspereza y rigor, no siguen letras, ni confiesan, sino penitencia y clausura. Escribí estas cosas al padre Fr. Tomás. Y habiéndolas comunicado con el Vicario General de la Orden y con los demás padres, se determinaron a venir seis de ellos para estas fundaciones, aunque temían un poco que la M. Ana de Jesús, que pretendía traer frailes Descalzos de los de España, no fuese de algún estorbo para su acrecentamiento; mas esa duda cesó luego, porque los padres de España se acabaron de resolver en no querer venir a Flandes, y a los de Italia se les enviaron cartas y dineros del Archiduque para que viniesen”[32].
El Papa entrega a D’Ávila cartas comendaticias en forma de Breve[33] para Enrique IV de Francia y para el Archiduque Alberto de Flandes, firmadas el 20 de abril de 1610. Los religiosos parten de Roma el 24 de abril hacia Bruselas, donde llegan el 20 de agosto, habiendo pasado antes por París. En Flandes permanecerá 13 años (1610-1623).
Allí eran esperados estos Padres por la religiosa Ana de Jesús. Más tarde, en 1613 se incorporaría a la fundación de Amberes Ana de San Bartolomé (1549-1626); conocida ya en España por D’Ávila. Ana de San Bartolomé  fue la fiel compañera y confidente de Santa Teresa, quien mori­ría en sus brazos (1582), convirtiéndose en su heredera espiritual. Su santidad era reconocida en vida por todo tipo de personas, respetada y querida en Flandes por campesinos y soldados, generales y políticos[34]. Vio en D’Ávila una bendición para su causa espiritual.
En 1610 se publican tres libros de nuestro autor: la obra misional, ya mencionada, Stimulus Missionum, sive de propaganda a Religiosis per universum Orbem fide (Roma, in 8º (XII-234-VIII pgs.); y también una Suma y compendio de los grados  de oración sacado de las Obras que  compuso la Santa Madre Teresa de  Jesús junto con otro Tratado breve de la Oración mental y de sus partes (Roma, en 8º).
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2.  Al poco tiempo de llegar a tierras flamencas tiene ya Diego D’Ávila terminada una Censura in libellum vulgo Theologia Germanica… nuncupatum[35], una diatriba contra los errores teológicos y morales que corrían por Flandes y que, a su juicio, estaban contenidos en un opúsculo anónimo que llevaba por título Teología Germánica.
La Teología Germánica era, en realidad, un pequeño libro manuscrito, copiado quizás en 1497. Martín Lutero lo hizo aparecer en 1516 (en una versión breve) y en 1518 con el título Eyn deutsch Theologia, en 56 capítulos. Llegó a tener luego decenas de ediciones en varias lenguas, bajo diversos títulos[36] y con diversas interpolaciones. La versión latina más conocida fue la de Sébastien Castellion (1515-1563), aparecida en Basilea en 1557[37], hecha sobre el texto alemán publicado por Lutero en 1518. Es preciso destacar que el entusiasmo de Lutero por el libro se tornó hacia 1521 en franca animadversión por considerar que era una fuente de errores para exaltados  y delirantes (Schwärmer)[38].
Para Diego D’Ávila las tesis contenidas en la Teología Germánica imposi­bilitaban la correcta intelección del acto ascético y místico, pues se referían a la esencia de la persona de Cristo y a la capacidad del ser humano para alcanzar la perfección, dos goznes sobre los que giraba la doctrina mística del baezano. Por ese motivo, lo primero que hizo al llegar a Flandes fue despejar las incógnitas teológicas y antropológicas de dicho libro.
Antes que D’Ávila, pero con el mismo afán, ya se había ocupado de este libro Jerónimo Gracián, quien había llegado a Flandes en 1607 (otra coincidencia de vidas españolas paralelas). En 1609 Gracián, bajo el título de Vida del alma, polemiza contra todos los errores que a su parecer tienen infectada aquella cristiandad; incluye una Apología que pretende refutar la doctrina de los “perfectistas” que, refiriéndose a la oración vocal y a la celebración de la Misa, enseñaban la inmediatez mística: “la unión inmediata con Cristo, cuando sin medio de ninguna criatura y con aniquilación total de todos los actos interiores y exteriores, se junta con la verdad increada, que es Dios, con todas sus fuerzas”[39]. En la misma dirección otros enseñaban también erróneamente “que la meditación y el conocer a Dios por las criaturas y todos los ejercicios de los sentidos interiores y exteriores y todas las operaciones intelectuales del alma, y todas las demás cosas sensibles e inteligibles son imperfectas”[40].
Un español que, como Gracián, había conocido en la Península casos de “alumbrados”, veía en los “perfectistas” flamencos elementos de quietismo, como también los vio enseguida Diego D’Ávila. Indica Gracián que la fuente de dichos errores es “un libro espiritual, que se llama Teología Germánica, que anda impreso en lengua flamenca y latina, y comienza por aquella autoridad de San Pablo: Cum venerit quod perfectum est, evacuabitur quod est imper­fectum”[41]. Pero en el escrito de Gracián no está claro que los puntos combatidos correspondan realmente a la doctrina de los “perfectistas” flamencos. Algunos han pensado que su áspera diatriba se debe al aislamiento espiritual en que vivía este español en tierra extraña, “a causa de la dificultad lingüística y del diferente estilo de pensar”[42].
La Apología de Gracián iba dirigida solapadamente contra un grupo de jóvenes capuchinos que, con escasa formación[43], habían basado su movimiento espiritual en la mística renano-flamenca, provocando censuras y discusiones acerca de la estricta unión del hombre con Dios; hasta el punto que el Comisario general de la provincia, Ippolito da Bergamo, llegó a prohibir entre los capuchinos las obras de Harphius, Ruysbroeck, Suso, Taulero y la Theologia Germanica.  Especial atención mereció la difusión de la Règle de perfection del capuchino Benoît de Canfeld, prontuario de aquellos religiosos flamencos, en cuya tercera parte veían algunos también la causa de los errores que circulaban. Gracián intentaba realmente refutar ideas, no personas ni instituciones, como la muy venerable de los capuchinos. Pero estos consideraron que la Apología era un ataque contra la propia tradición espiritual de su Orden; y salieron, de manera hábil y aguda, en su defensa. La réplica de Gracián fue suave y débil; y la controversia pareció terminar con una victoria de los capuchinos.
En 1609, fecha en que Diego D’Ávila recibe el encargo de partir para Flan­des, ocurre un hecho importante, que causaría un gran impacto espiritual en todos los españoles allí residentes: los Estados Ge­nerales de Holanda sellaron una tregua de doce años con España, de modo que el Rey Felipe III empezó a negociar con ellos como si formaran un estado libre, aunque oficialmente no se le reconociera la indepen­dencia. Eso significaba una gran victoria moral para las Provincias Unidas, pues la división política mante­nía la libertad religiosa iniciada con la reforma protes­tante. Para los que habían luchado tenazmente por la unidad de la fe se presen­taba un horizonte triste y amargo. Dice Gracián: “Acá andamos en nuestras peleas contra los herejes que no hay poco que en­tender, porque parece que cada día se va desvergonzando más el demonio y poniendo más lazos para que caiga España, que es la que más se ha sustentado y sustenta en la fe”[44].
Lo que allí se enseñaba era también una tesis errónea de psicología mística: “Que lo más per­fecto de oración, lo más alto del espíritu, la cumbre y perfección a que el alma puede llegar en esta vida, es la oración unitiva, inmediata y pasiva con aniqui­lación total de todos los actos interiores y exteriores de las potencias y niebla interior”[45].
La unión inmediata del alma hu­mana con Dios se obtendría sin ayuda de criatura alguna y con la aniquilación de todas las facultades subjetivas: esta era una enseñanza que desechaba la ora­ción vocal, la meditación, el discurso para elevarse de las criaturas al creador, la adoración de las imágenes y todos los ejercicios espirituales referentes a la imi­tación de la humanidad de Cristo. Tesis parecidas a las que en España habían mantenido los alumbrados y dejados en el siglo XVI[46]: para llegar al vértice de la contemplación el alma tiene que abandonar los actos exteriores e interiores y abandonarse en Dios. Puntos que debieron dejar estupefacto a Diego D’Ávila cuando pisó tierra flamenca y que dieron motivo a la composición de su Cen­sura de la “Teología germánica”, de cuyo contenido hablaré en el siguiente capítulo.

b) Múltiples fundaciones y libros

Nada más llegar a Flandes funda en 1610 un convento masculino en Bruselas. Al año siguiente, 1611, funda otro, el masculino de Lovaina.
En el año 1612 funda el monasterio femenino de Carmelitas Descalzas de Amberes.
Su vida de oración y acción es intensísima. En 1613 funda un convento masculino en Colonia (Alemania); y edita dos obras importantes: una es Praxis vivae fidei, qua justus vivit (Bruselas, en 8º). Otra, De procuranda salute omnium Gentium, Schismaticorvm, Iudaeorum,  Sarracenorum, caeterorumque  Infidelium (Antwerpiae, en 8º (VIII-926-XXVIII pgs.). Esta obra es su aportación misional más importante, reconocida en todos los foros académicos y eclesiásticos. Además, amplía en ella las bases de lo que sería la futura “Sacra Congregatio de Propaganda Fide”. Fue reeditada en ese mismo año con el título Thesaurus sapientiae divinae, in gentium omnium salute procuranda, schismaticorum, haereticorum, judaeorum, sarracenorum caeterorumque infidelium errores demonstrans (Antverpiae, en 8º).
La obra De procuranda salutem omnium gentium está distribuida en doce libros y fue considerada como un texto áureo, dedicado a refutar especialmente los errores de las sectas orientales. Una vez fallecido el P. Tomás, el Papa Urbano VIII quiso, en 1632, que esa obra se volviera a publicar, cosa que ocurrió en el año 1652.
Además, el religioso baezano no había luchado en vano, ni fue vencido: andando el tiempo se acabó constituyendo la Sacra Congregatio de Propaganda Fide (creada por la Constitución Inescrutabili divinae del 22 de junio de 1622 por el Papa Gregorio XV), fiel reflejo de lo que el baezano ideó en su Stimulus missionum, incluso con las mismas palabras del subtítulo (de propaganda…fide).
En el año 1614 es nombrado Prior del convento de Bruselas. Funda el 6 de octubre de ese año un monasterio femenino en Tournai (Bélgica). Y al año siguiente, 1615, funda el convento masculino de Douai (Francia) y escribe su Tractatus brevis de Oratione Mentali.
El año 1616 fue también muy productivo, pues funda el convento masculino de Lille (Francia) y un monasterio femenino en Malinas (Bélgica).
En 1617 constituye la nueva Provincia carmelitana Franco-Belga y es elegido Provincial; funda el convento masculino de Lieja (Bélgica); y edita dos obras: Commentaria in cap. Non Dicatis  XII, Q. I, C. Monachi; et cap. “Cum  ad Monasterium”. De Statu Monachorum: In quibus de natura voti Paupertatis, de proprietate abdicanda, de  licentia Superiorum praerequisita, de  vita communi, ac denique de Pauper tate in communi, tam ex antiquorum  Patrum, quam aliorum Doctorum. sententia agitur (Antverpiae, in-fol., XX-168-VIII pgs.). Y Expositio in omnes ferme Regulas  sanctorum Basilii, Augustini, Benedicti, Francisci, et aliorum Ordinum, praecipue in Requlam Primitivam  Carmelitarum  (Antverpiae, in-fol. 330-XVIII pgs.).
En 1618  funda un convento masculino en Amberes (Bélgica) y un monasterio femenino en Valenciennes (Francia). Publica su Práctica de la viva fe de que el justo vive y se sustenta (Barcelona).
Con enorme satisfacción funda en 1619 junto a Namur, y al estilo de las Batuecas, el convento eremítico de Marlagne (Bélgica), con la fábrica claustral, la iglesia, las ermitas y la cerca de la finca. Funda también un monasterio femenino en Malinas (Bélgica).
El año 1620 es dilatado en publicaciones: Methodus examinandi ac discernendi spiritualem animae profectum (Bruselas, in 8°, pp. XVIII-114). De contemplatione divina libri sex,  (Antverpiae, en 8º, 541 pgs). Reglas para examinar y discernir el interior aprovechamiento de un alma (Bruselas).
Es incansable su afán misionero. En 1621 funda en Lovaina un Seminario de Misiones para los jóvenes religiosos de su Orden, destinado a la conversión de los herejes.
Y en 1622 funda un convento masculino en Dôle (Francia); un hospicio en Namur para religiosos enfermos; y un monasterio femenino en Gante (Bélgica).

 Una vida plenamente lograda

El año siguiente, 1623, marca el comienzo de su período final. Vuelve a Roma con la salud muy quebrantada por un proceso reumático avanzado, el cual le produce indecibles sufrimientos. El frío de Bélgica no fue el mejor aliado de su frágil complexión.
No obstante, en Italia es elegido Definidor General de aquella Congregación. En ese mismo año de 1623, pudo editar en Flandes dos importantes obras: Diuinae seu a Deo infusae Orationis  Methodus, Natura, Gradus. Libri quatuor (Antverpiae, en 8ªXVIII-635-XLII). Orationis mentalis via brevis et plana, (Bruselas, en 4º).
Para entender el espíritu inquisitivo y abierto de Diego D’Ávila hemos de mencionar también un escrito suyo, editado en 1623, que fue madurando durante su estancia en los Países Bajos, referido a la gran figura de Rysbroeck[47]: Relatio fide digna de sanctitate vitae ac miraculis Joannis Rusbrochii (Antverpiae, en 8º). Tomás de Jesús –ya instalado en los Países Bajos– hace referencia a la doctrina de Ruysbroeck sobre el movimiento del alma para encontrar en sus profundidades a Dios, y señala las tres etapas del progreso espiritual que Ruysbroeck llamó “escalera espiritual de culminación cristiana”: primero, la vida activa; segundo, la vida interior; tercero, la vida contemplativa. Tomás de Jesús estaba convencido de que Ruysbroeck no enseñaba la fusión del yo en Dios, porque en la cumbre de la ascensión del alma conserva el yo su identidad. Llamó también su atención el hecho de que el autor flamenco defendiera –con anterioridad a los escritos de San Juan de la Cruz– que en la vida contemplativa se adquieren tres atributos psicológicos importantes: primero, la libertad espiritual respecto a los deseos mundanos, o sea, el “vacío desiderativo”; segundo, una mente no trabada por las imágenes, o sea, el “silencio inte­rior”; tercero, un sentimiento de unión interior con Dios, o sea, “un ardiente fuego que nunca se apaga”[48].
En 1624 Tomás de Jesús es confirmado en el cargo de Definidor General por el Capítulo General de Italia.
En el año 1625 publica Liber De regularium visitatione (Roma, in 8°). Pero avanza su cruel enfermedad, y empieza a no poderse valer de sus miembros.
El año 1626 es el penúltimo de su vida. Ha quedado tullido e invadido de grandes dolores. Aun puede publicar su Instructio spiritualis eorum, qui vitam Eremiticam profitentur (Lovaina, en 8º, 136-X pgs.). Los tres últimos años de su vida los pasó “haciendo oración o escribiendo sobre materias místicas”[49]. Son palabras extraídas de una de sus cartas.
Muere en Roma el 24 de mayo de 1627 (dato cierto del Liber funeralis), rodeado de la veneración y estima universal. Ningún otro, tras la muerte de Santa Teresa, logró fundar en la Orden tantas casas religiosas como Tomás de Jesús, en el corto período que va de 1610 a 1627.  Conventos de religiosos en Bruselas (1610), Lovaina (1611), Colonia (1613), Douai (1615), Lille (1615), Lieja (1618), Amberes (1619), Marlagne (1619), otra vez Lovaina (1621), Namur (1622) y Dôle (1622). Monasterios femeninos en Amberes (1612), Tournai (1614), Malinas (1616), Valenciennes (1618), de nuevo Malinas (1619) y Gante (1622). E inició incluso los trámites para fundar dos conventos en Alemania: uno en Würzburg y otro en Ingolstadt, los cuales se llevaron a cabo después de su muerte.
Podemos contar 24 obras editadas. Algunas de ellas fueron traducidas a diversas lenguas. Tiene asimismo 16 obras inéditas; además de colaboraciones en otros libros.
Su vida fue una tarea asombrosa de contemplación y de acción –propagando la Reforma teresiana y organizando misiones entre los protestantes–. En Flandes fue un consejero inestimable del Archiduque Alberto y también del Nuncio Pontificio.
Y casi al final de su vida pudo comprobar que se hacía realidad el gran ideal de su vida madura: la erección de la Congregación de Propaganda Fide.
En 1635 le fue erigida en Flandes una estatua, que llevaba la siguiente inscripción latina: Virtute luxit – doctrina lucet – fama lucebit / Corpus terra tegit – Spiritus aetra tenet. / Qui quantus qualisque fuerit Juris utriusque / Theologiae scholasticae et Mysticae Doctor / ejus scripta probant.
Francisco Suárez, en sus Comentarios teológicos le llama “varón doctísimo y religiosísimo”.
En todos los modernos tratados de mística aparece su nombre con autoridad.



[1]     José de Santa Teresa, Reforma de los Descalços de nuestra Señora del Carmen de la primitiva observancia, t. I, Madrid, 1684,  p. 676. Más recientemente: “Tomás de Jesús fue uno de los autores de la Reforma carmelitana que dejó una impronta definitiva sobre toda la escuela mística de la Orden” (Gabriele di S. M. Maddalena, La contemplazione acquisita, 142).
[2]     Krynen, J.: “Le Cantique spirituel de Saint Jean de la Croix com­menté et ré­fondu au XVII siècle. Un regard sur l’histoire de l’exégèse du Cantique de Jaén”, in Acta Salmaticensia iussu Se­natus Universitatis, Salamanca 1948. “Du nouveau sur Thomas de Jesus. L’avenement de la my­stique des lumières en Espagne (1601-1607)”, Bull. Hispanique, 64 Bis (1962), pp. 113-115. Cfr. la documentada respuesta a Krynen de Simeón de la Sagrada Familia: “Un nuevo códice manuscrito de las obras de San Juan de la Cruz usado y anotado por el P. Tomas de Jesus”, Epheme­rides Carmeliticae, 4 (1950), 1, pp. 95-148; y “Tomás de Jesús y San Juan de la Cruz”, Ephemerides Carmeliticae, 5 (1951- 1954), pp. 91-159.
[3]     Estos datos personales pertenecen a la declaración que hizo en el Processus de beatificación de la Madre Teresa de Jesús, fol. 5r., fechado en 1609. Es de gran utilidad la escueta autobiografía que Diego D’Ávila hiciera en un escrito, que no llegó a publicarse, con el título Funda­­ciones (Archivio Generale dei Carmelitani Scalzi, Roma, 334 b): son unas 42 páginas escritas por nuestro autor en Bélgica en el año 1615, donde narra las fundaciones de varios conventos en Flandes y Alemania.  Existen también varias biografías de Tomás de Jesús, aunque de corto bagaje documental. Por ejemplo, en José de Santa Teresa, Reforma de los Descalços de nuestra Señora del Carmen de la primitiva observancia, t. IV, Madrid, 1684, c. 36, n. 1-2. Esta obra es continuación de la que llevó a cabo un condiscípulo andaluz de Díaz Sánchez Dávila: Francisco de Santa María, Reforma de los Descalços de nuestra Señora del Carmen de la primitiva observancia. 2 vols. Madrid, 1654-1655. Los datos incluidos en estas obras son importantes para recomponer una corta biografía de nuestro personaje. Cfr. también Tommaso di Gesù (Pammolli), Il P. Tommaso di Gesù e la sua attività missionaria all’inizio del secolo XVII, Roma, 1936; Silverio de Santa Teresa, Historia del Carmen Descalzo, Burgos, 1935-1952, t. VIII, cap. dedicado a Tomás de Jesús (pp. 570-604).
[4]     No he podido identificar en Baeza el asiento de su bautismo, donde figuraría el nombre de pila, la casa y la fecha de nacimiento.
[5]     Reforma, t. IV, p. 676.
[6]     José de Santa Teresa, Reforma, t. IV, c. 36, n. 2.
[7]     Baltasar de Céspedes compuso varios tratados de Gramática y de Retórica, inéditos hasta ahora.
[8]     La edición de las Obras de Santa Teresa salió en Salamanca tres años después, en 1588.
[9]      Processus testium examinatorum super puritate et sanctitate vitae ac miraculis piae mem. Theresiae de Jesu, fechado el día 24 de octubre del 1609. fol. 8. Se refiere a los capítulos del 11 al 23 del Libro de la Vida, donde Teresa compara los niveles de oración con cuatro formas de regar un huerto: 1º Riego que se hace acarreando el agua con cubos desde un pozo (se corresponde con la oración mental, un discurso intelectual recogido, hecho con gran esfuerzo personal). 2º Riego que se hace trasegando el agua con una noria (indica la oración en la que memoria, imagi­nación y razón experimentan un recogimiento grande). 3º Riego que se hace con cana­les desde una acequia (corresponde a la oración en que memoria, imaginación y razón son absorbidas por un profundo sentimiento de amor y sosiego). 4º Riego que tiene lugar con la lluvia que viene del cielo (corresponde a la oración de unión eminente, donde se pierde la sensación de estar en el cuerpo).
El mismo testimonio hace Tomás en su libro: De oratione divina sive a Deo infusa, Praefa­tio, in Opera Omnia. t. 1, p. 200.
[10]    Cuenta su amigo Fernando (Francisco de Santa María): “Del padre Fr. Tomás de Jesús, en el  siglo Díaz Sánchez Dávila, natural de Baeza, que profesó a cinco de abril de mil quinientos ochenta y siete, es tan grande la historia, que aun dentro de la general no cabe y pide libro aparte; porque su capacidad y letras fueron tales, que aun  siendo novicio, el padre Fr. Luis de San Jerónimo, prior de Valladolid, y el padre Fr. Gregorio Nacianceno, vicario provincial, le consultaban  en los negocios graves del convento y de la Orden, pidiéndole su parecer” (Reforma, loc. cit.).
[11]    En su manuscrito de las Fundaciones, escribe de sí mismo el Padre Tomás: “Luego que profesó, tuvo particular llamamiento a la vida solitaria y quieta; y considerando que la profesión de su Regla primera era toda de ermitaños, deseaba grandemente que en estos tiempos se plantasen algunos Conventos, al modo que antiguamente vivían nuestros mayores en el Monte Carmelo en ermitas apartados, vacando continuamente a la oración y contemplación, debajo de la obediencia de algún prelado” (página 1).
[12]    En Alcalá se recuperó de algunos achaques.
[13]    “Desierto” no significa aquí un territorio arenoso o pedregoso, escaso o falto de vegetación, sino un territorio aislado, solo, inhabitado, normalmente frondoso y cultivable.
[14]    El Desierto de Bolarque, ahora en ruinas, está situado en un lugar abrupto de la sierra de Altomira cerca de Sayatón (Guadalajara). Cfr. Diego de Jesús María, Desierto de Bolarque, yermo de carmelitas descalzos, y descripción de los demás desiertos de la Reforma. Madrid, 1651; Antonio Herrera Casado y Ángel Luis Toledano Ibarra: El Desierto de Bolarque, Guadalajara, 1999. A este primer “desierto” le siguió otro no muy alejado en el tiempo: el de Nuestra Señora de las Nieves, en la sierra andaluza de Ronda, del que se conservan algunos restos.
[15]    Un interesante informe de Esteban de San José, a la sazón del general de la Orden, dice de la estancia de Tomás en la ciudad de Zaragoza: “Entró con grande opinión de santidad y letras, y ésta fue creciendo cada día al paso que le fueron tratando y conociendo” (Reforma, t. IV, lib. XVII, cap. 37, núm. 5). Escribe José de Santa Teresa acerca de su popularidad en Zaragoza: “El arzobispo, el virrey, los magistrados, títulos y caballeros tenían el consuelo en sus visitas” (Reforma, loc. cit., n. 6).
[16]    Un testigo de su gobierno, Juan del Espíritu Santo, que fue dos veces general de la Congregación de España, informa como superior acerca del P. Tomás: “En su gobierno juzgué tenía siempre gran prudencia y suavidad, junta con una muy religiosa entereza. […] En la observancia era tan exacto y puntual, que le ví algunas veces, cuando era definidor general, y lo mismo me dicen hacía siendo Provincial, que la misma tarde que llegaba de camino de fuera del lugar, iba a tomar disciplina con la comunidad” (Reforma, loc. cit.,  cap. 38, núm. 2).
[17]    Simeón de la Sagrada Familia: Contenido doctrinal de la “Primera parte del Camino Espiritual de oración y contemplación”, obra inédita y fundamental del P. Tomás de Jesús, Roma, 1951. Sobre la obra mística de Tomás de Jesús, cfr. José de Jesús Crucificado, El P. Tomás de Jesús, escritor místico, Roma, 1951.
[18]    Fundaciones, p. 5.
[19]    Así lo cuenta el mismo Tomás en tercera persona en el libro de las Fundaciones: “Otro día comenzando la misa (que era de san José, a quien él tenía gran devoción), en diciendo in nomine patris, etc., se le ofreció con mucha certeza y claridad que en aquella misa Dios le daría a entender lo que debía de hacer y así fue […]. Sintió un mudanza tan grande que, estando antes muy contrario, acabada la misa se halló muy movido e inclinada la voluntad a aceptar aquella misión y, lo que más era, sin razón alguna” (p. 4).
[20]    Reforma, loc. cit.  cap.39, n. 5.
[21]    Jerónimo Gracián: Peregrinación de Anastasio, Diálogo III, Obras, t. III, págs. 97-98.
[22]    Jerónimo Gracián, Peregrinación de Anastasio, Diálogo III, Obras, t. III, pág. 98.
[23]    Hipólito de la Sagrada Familia, “Le conflit Doria-Gratien”, en Études Carmélitaines, 1947, pp. 189-273.
[24]    El P. Tomás de Jesús escribe de sí mismo: “No se puede creer el alboroto que causó en España esta partida, las persecuciones y dichos que contra el Padre se levantaron: acudieron los superiores al Rey, el cual escribió tres o cuatro cartas al Papa pidiéndole mandase volver aquel Padre a España porque era un religioso inquieto” (Fundaciones, p. 6).
[25]   Reforma, t. IV, lib. XVII, c. 40, n. 5. El carmelita Pedro de la Madre de Dios, predicador de Paulo V, había sido en Roma el vehículo entre el Papa y Tomás de Jesús; y en una carta, que se conserva autógrafa, dirigida a los superiores de España, dice: “El padre Fr. Tomás no se atreve ni a escribir, ni a Vuestra Merced, ni a religioso alguno, porque sospecha que le hayan dicho a Vuestra Merced tantas cosas, que le hayan obligado a dar sus cartas al P. General y yo no me espanto si a Vuestra Merced le han dicho que el padre Fr. Tomás se ha venido contra la voluntad de sus Prelados y pretende una cosa contra su Instituto […]. La verdad es -como quien bien lo sabe-, que ha más de dos años que yo trato por orden de Su Santidad con el Padre. […]. Ofrecióse como hijo de la Iglesia, diciendo iría como Su Santidad se lo mandase. Su Santidad dilató la ejecución de esta misión para cuando viniese el Embajador del Congo, y entonces envió a mandar al padre Fr. Tomás con precepto viniese a Roma: y antes lo había escrito dos veces al Nuncio pasado, no obstante que sabía el Papa que la Orden lo contradecía. El padre Fr. Tomás obedeció, como siervo de Dios, al mandato de Su Santidad: ¿qué culpa hay en todo esto?” (Florencio del Niño Jesús, Biblioteca Carmelitano-Teresiana de Misiones, Pamplona, 1929, tomo 1. págs. 112 y 113).
[26]    Parece ser que también en Italia algunos consideraron que el P. Tomás era un hombre dema­siado inquieto, una víctima de su propio celo, que usaba la astucia para realizar unos fantásticos deseos de apostolado, lo cual perturbaba la paz dentro de la Orden (Isidorus a S. Joseph / Petrus a S. Andrea: Historia Generalis Fratrum Discalceatorum…de Monte Carmelo, Congregationis S. Eliae, Roma, 1668, t. II, 1. II, cap. 46, p. 531).
[27]    La congregación italiana de Carmelitas Descalzos se llamó de San Elías.
[28]    Jerónimo Gracián de la Madre de Dios: Estímulo de la propagación de la fe, Lisboa, 1586.
[29]    Carta del 31 de marzo de 1922 dirigida por Pío XI a la Orden de carmelitas descalzos.
[30]    La primera es la española, la segunda es la italiana, la tercera habría sido la misionera recién ideada, independiente de las dos anteriores, y que abrazaría todas las misiones de la Iglesia. Y aunque algunas Órdenes religiosas tenían misioneros repartidos por el mundo, lo cierto es que la institución misionera misma sufría cambios y altibajos, según la apreciación que cada superior general tenía por el hecho misional en concreto. Una Congregación general, como la ideada por Tomás, habría llevado a constituir un órgano central directivo de todas las misiones y a movilizar una colaboración universal: “una Congregación cuyo instituto fuese solamente la conversión de las almas, de suerte que no tuviese otra ocupación” (Fundaciones, p. 6-7). El P. Tomás incluyó, como antes se dijo, en su proyecto un cuarto voto –el de darse por toda la vida a la salvación de las almas– junto a los de obediencia, castidad y pobreza.
[31]    Reforma, t. V, lib. 19. cap. 10.
[32]    Jerónimo Gracián de la Madre de Dios (1545-1614), Peregrinación de Anastasio, Barcelona, 1966.
[33]    “A nuestro amado Hijo, noble varón, Alberto, Archiduque de Austria, Paulo Papa V. […]. Te encomendamos la Orden de Carmelitas Descalzos, y particularmente la persona del padre fray Tomás de Jesús, varón por su piedad, celo, doctrina y entereza de vida, muy acepto a nosotros; y también la de los religiosos que lleva consigo […]. Dadas en Roma, en la iglesia de San Pedro, debajo del anillo del Pescador, a 20 de abril del año de 1610, en el quinto de nuestro Pontificado”.
[34]    Murió en Amberes, a los 77 años de edad. Fue beatificada por Benedicto XV en 1917.
[35]    Manuscrito publicado por J. Orcibal en 1959,  como apéndice a su libro La rencontre du Carmel Thérésien avec les mystique du nord, PUF, París, 1959, pp. 178-224.
[36]    Fue editado por Franz Pfeiffer, Stuttgart, 1851. Cfr. Jean Orcibal, “La theologie germanique”, en  La rencontre…, pp. 63-90. y G. Baring, Bibliographie der Ausgaben der ‘Theologia Deutsch’ (1516-1961), Bibliotheca  Bibliographica Aureliana VIII, Verlag Heitz Gmbh, Baden-Baden, 1963.
[37]    Theologia Germanica libellus aureus, Basileae, per Ioannem Oporinum, 1557. Un año después salió publicada en Amberes con el mismo título (Antverpiae, ex officina Christophori Plantini, 1558). Cfr. Elisabetta Zambruno: La “Theologia Deutsch” o la via per giungere a Dio, Vita e Pensiero, Milano, 1991, pp. 15-43.
[38]    Friedrich Thudichum, “Die ‘deutsche Theologie’. Ein religiöses Glaubensbekenntnis aus dem 15. Jahrhundert”, en Monatshefte der Comenius-Gesellschaft, 5(1896), pp. 44-62.
[39]    Jerónimo Gracián, Apología contra algunos que ponen la su­ma perfección en la oración unitiva inmediata con aniquilación total del alma, en Obras, I, pág. 425.
[40]    Jerónimo Gracián, Apologíapág. 426.
[41]    Jerónimo Gracián, Apologíapág. 429.
[42]    Otger Steggin, “Estudio preliminar” a la obra de Jerónimo Gracián Diez lamentaciones, Madrid, 1959, p. 62.
[43]    P. Hildebrand, “Les Origines des Capucins Belges, 1585-1587”, en Collectanea Franciscana, Roma, II, 3(1932), pp. 326-347; II, 4(1932), pp. 462-488.
[44]    Carta a la Madre Priora y María de San José en Consuegra. Bruselas, 26 de julio de 1609, Obras (Burgos 1932), t. III, pág. 420. Cfr. Otger Steggin, op. cit., p. 67.
[45]    Jerónimo Gracián, Vida del alma, en Obras (Burgos 1932) I, p. 375. “Llámanla pasiva, por­que dicen que el alma padece y recibe y no hace ni obra cuando está en esa unión; dicen que es con aniquilación total porque las potencias están suspensas y aniquiladas, sin obrar cosa alguna interior ni exterior; y dicen que está el alma en una niebla y oscuridad divina, porque deslum­brada con la soberana luz que entonces recibe, no entiende ni ve y carece toda luz”.
[46]    Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de los Heterodoxos españoles (La Editorial Católica, Madrid, 1978), Libro Quinto,  Capítulo I: “Sectas místicas. Alumbrados. Quietistas”. P. Dudon, Le quiétiste espagnol: Michel Molinos, París 1921; J. Ellacuría, Reacción española contra las ideas de Molinos, Bilbao 1956. Melquiades Andrés Martín, Los Recogidos. Nueva visión de la mística española (1500-1700), Madrid, FUE, 1975; Pilar Moreno Rodríguez, El pensamiento de Miguel de Molinos, FUE , Univ. Pontificia de Salamanca, 1992.
[47]    Natural de los Países Bajos, Juan de Ruysbroeck –en  flamenco Jan van Ruusbroek y en latín Johannes Rusbroquius– nació en 1294; ordenado sacerdote, vivió entre canónigos regulares una vida austera y contemplativa. Sus obras más famosas –que leídas con entusiasmo influyeron más tarde en varios autores, como Tomás de Kempis– fueron El ornato de las bodas espirituales y el Tratado de los siete peldaños de la escala del amor espiritual. La obra sobre las Bodas espirituales  se divide en tres libros: la vida activa, la interior y la contemplativa. Fue beatificado el 1 de diciembre de 1908, por el Papa San Pío X. Existen traducidas en castellano unas Obras escogidas, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1997.
[48]    Thomas a Iesu: Opera, Colonia, 1684, II, pp. 25-30, 231-234, 257-259. Cfr. Helmut Hatzfeld, “Influence of Ramon Lull & Jan van Ruysbroeck on the Language of Spanish Mystics”, Traditio 4(1946), 337-397. Wayne Teasdale, “Ruysbroeck’s Mystical Theology”, American Benedictine Review 35(1984); 82-96, 35(1984), 176-193; Stephanus Axters, La spiritualité des Pays-Bas: l’évoloution d’une doctrine mystique, Louvain 1948; Jean Orcibal, San Juan de la Cruz y los místicos Renano-Flamencos, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1987; Geert Warnar, Ruusbroec. Literature and Mysticism in the Fourteenth Century, Brill, 2007.
[49]    Reforma, c. 42, n. 9.

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